Pantallas, frustración y rabietas
Por Ana Mas, médico y autora de la cuenta de Instagram Maravillosa.Mente
Por Ana Mas, médico y autora de la cuenta de Instagram Maravillosa.Mente
¿Qué es la frustración? ¿Cómo puedo manejarla? ¿Puede la frustración traumatizar a mi hijo?
Seguro que te has preguntado esto muchas veces. Y cuando se trata de limitar el uso de las pantallas, encontramos que esta emoción aflora en nuestros hijos con más frecuencia de la que nos gustaría. Como en otras áreas de la educación, las pantallas nos brindan una buena oportunidad para seguir educando las emociones.
Hemos desarrollado la creencia de que las emociones negativas son malas. Creemos que el sufrimiento nos vuelve personas taciturnas y oscuras, pero esto no siempre es verdad. Todas las emociones son necesarias y cada una tiene su función, también las menos agradables.
La frustración es una sensación desagradable que aparece cuando algo se interpone entre mis objetivos y yo. Este malestar nos impulsa al cambio, nos motiva para encontrar la solución que nos permitirá alcanzar el objetivo; es decir, la frustración tiene una función y nos puede resultar útil si aprendemos a manejarla.
Algunas estrategias adecuadas para manejar la frustración son:
UNA ESTRATEGIA EFICAZ PARA LAS RABIETAS Y REACCIONES DESPROPORCIONADAS POR PANTALLAS
La rabieta o reacción desproporcionada por el contrario no puede considerarse una estrategia adecuada para manejar la frustración porque:
Es decir, con la rabieta lo único que consigo es continuar con el mismo conflicto añadiéndole incomprensión, culpabilidad, soledad y más frustración.
En la medida en la que las rabietas aumentan el sufrimiento del niño, lo más indicado es evitarlas y lo mejor para ello es la ANTICIPACIÓN: el niño va a sentirse frustrado al dejar de utilizar la pantalla; por lo que contamos con una oportunidad de oro para enseñar a nuestros hijos a manejar la frustración.
La exposición a pantallas debe ser mínima. En este periodo, es dificil trabajar habilidades para manejar la frustración por su escaso dominio del lenguaje. Lo mejor es tener rutinas claras que el niño puede aprender. Esto le permite predecir lo que va a ocurrir y, al disminuir la incertidumbre, disminuimos la ansiedad y la probabilidad de rabietas en general.
Permanerecemos firmes pero calmados; no podemos devolverle la pantalla ni negociar con él porque estaríamos dando por buena la rabieta, pero tampoco podemos gritar ni perder el control porque estaríamos validándola (si mis papás hacen ‘rabietas’ yo también) . Es importante comprender que el niño no ‘me esta montando la rabieta’ sino que me está expresando su frustración.
Es bueno anticiparles la aparición de la frustración y elaborar un plan para manejarla cuando aparezca. Evitaremos frases del tipo ‘¿pero te vas a poner insoportable cuando toque apagar la tele?’ Lo mejor es validar la emoción y normalizarla, mostrando nuestra comprensión y ofreciendo estrategias adecuadas para gestionarla.
Por ejemplo: puedes ver un capítulo de la serie (delimitamos el uso) pero es posible que cuando termine el capitulo te sientas enfadado. Esto es normal, a mí también me ocurre (planteo la aparición de la emoción, la causa de la misma y la normalizo al hacerle ver que a mí también me ocurre). Decirle que si se siente frustrado y tienes ganas de gritar, puede:
Estas estrategias son técnicas que recomendamos a los padres en la consulta y ayudan al niño a templar la emoción, dándole tiempo para pensar, permitiéndole gestionar la situación de manera adecuada.
El objetivo en los adolescentes, en relación con la limitación de las pantallas, es doble. Por una parte debemos trabajar el manejo de la frustración; y en segundo lugar, la autonomía.
Una estrategia interesante para fomentar la autonomía es negociar con el adolescente el tiempo de utilización del dispositivo, para hacerle corresponsable de los limites y las consecuencias. El objetivo es que él aprenda a ordenar su conducta basándose en argumentos razonables y no en sus emociones o apetencias.
No debemos perder de vista que, el fin último de la educación es ayudar a nuestros niños a ser felices. Esto exige alcanzar el equilibrio entre: la autoafirmación, que se manifiesta en la defensa de mi identidad y mis intereses; y la necesidad de sentirnos integrados socialmente, que requiere el cumplimiento de las normas y una relación respetuosa con los demás. Para obtener dicho equilibrio es preciso conocer las propias emociones y gestionarlas adecuadamente, construyendo una personalidad única que nos permitirá conquistar nuestra libertad.
Ana Mas Villaseñor es graduada en Medicina por la universidad de Navarra y actualmente está en su cuarto año de formación como Médico Interno Residente de psiquiatría. Desde su perfil de Instagram @anamasvilla (Maravillosa.Mente) escribe sobre psiquiatría y ofrece tips de salud mental y educación. Es madre de dos hijos.