Nuestro fin de semana sin móviles
Una experiencia en primera persona
Una experiencia en primera persona
Por María Zabala.
Soy una firme defensora de que las pantallas por sí solas no son malas. Creo que quienes las hacemos nocivas somos nosotros. Y creo también que esas pantallas, la tecnología y el mundo al que nos permiten acceder, deben formar parte de nuestras vidas de forma natural. Y de la vida en familia sin complejos. Al incorporar la tecnología a las rutinas y las normas de convivencia, entran a formar parte de las recompensas y los castigos. De forma natural. Hace poco un fin de semana, mis iKids estuvieron castigados ‘sin pantallas’. Sí, castigados.
Normalmente soy reacia a este tipo de castigo, porque dan más importancia aún a su gusto por consolas, teles, tablets y compañía. Si un castigo es prohibirles todo eso, yo misma reconozco que están ‘enganchados’. Pero claro, el caso es que si la amenaza es “si haces tal o cual otra vez, te advierto que te dejo sin pantallas el día tal o cual”, el iKid reacciona fantásticamente bien. Mucho mejor que si le dices “si haces tal o cual otra vez te dejo sin potaje de garbanzos y espinacas”. Y además, creo que la tecnología es buena, buenísima, así que lo que quiero es que aprendan a usarla bien y eviten que “ella” los domine.
Entonces, volvamos al castigo, que se extendía todo el sábado para los tres iKids y también el domingo para iFirst (el mayor).
La mañana del sábado la pasamos fuera, en el parque (sí, haciendo deporte y paseando, porque las familias tecnófilas también sabemos disfrutar de la vida real). Pero llegamos a casa y después de comer empezaron las negociaciones… «¿Seguro que no podemos ver esto o lo otro?», «¿Puedo jugar a la Wii?», «¿Puedo ver vídeos de Playmobil?… No. No. No.
Teniendo en cuenta que era la hora de la siesta, después de una mañana muy, muy, pero que muy activa, era tentador decir “haced lo que queráis” para poder desconectar un rato en el sofá. Pero no, iHim y yo estuvimos fuertes y resistimos.
Y los niños jugaron a disfrazarse, a las cartas, a ‘Quién es quién’. Uno tocó la guitarra, otra sacó a su muñeca del fondo del armario. Y otro se puso a dibujar. Charlaron.
Toda. La. Tarde.
Por la noche, acostumbrados como están a que veamos una película en familia -normalmente en Netflix-, volvieron a la carga. «¿Seguro que no podemos?»
Padres fuertes. “No. No podéis. Os vais a vuestros cuartos a jugar” (mientras nosotros los padres sí que vemos las noticias o la serie de turno; ésta es la versión moderna de “cuando seas padres comerás huevos”. Los niños de hoy en día tienen la cara dura de preguntarte por qué ellos no pueden ‘algo’ y tú sí, y en mi casa yo ‘sí puedo’ porque soy mayor y punto).
Una de las frases que más repetí a los iKids fue: “si seguís pidiendo alguna pantalla, lo que entiendo es que estáis super enganchados, y eso no es bueno, así que estoy pensando en que este castigo dure varios días más…“. Funcionaba francamente bien 😉
Para mi sorpresa, no hubo un regreso desproporcionado a las pantallas cuando terminó el castigo. No hubo niños pegados a las tablets ni a la tele. No hubo efecto rebote. Reconozco que eso me hizo sentirme bien…
En definitiva, los tiempos cambian. Sí, los niños ya no salen al parque porque están en casa conectados a una pantalla. Es horrible. Es el fin del mundo. Bueno pues no.
Los padres podemos hacer muchas cosas por llevar la contraria a esta corriente de opinión tan pesimista. Podemos enseñar a nuestros hijos a hacer un uso equilibrado de la tecnología. Y cuando son pequeños, eso consiste en dar ejemplo pero sobre todo en integrar la tecnología con normalidad en las costumbres familiares. En los planes, en el entretenimiento, en los castigos o premios, en las normas, en la educación.
Cada familia funciona diferente, así que en esto del uso de la tecnología, también funcionarán sistemas distintos para conseguir que los iKids hagan un poco de todo. Trucos, castigos, premios, educación pura y dura. Si os funciona, está bien.